De “pateadora de calle” a comunicadora organizacional

Siempre supe que sería periodista. No comunicadora, ni productora, sino periodista, reportera de esas que veía en la televisión dándole cobertura a los hechos que hacían historia. Por ello no era de extrañarse que cuando estaba en el sexto semestre de la universidad y con solo 20 años, ya trabajaba en una televisora del estado Aragua, moviéndome como pez en el agua entre cámaras, micrófonos y las aventuras que supone ser reportera en la “Venezuela de Chávez”. 

De hecho, dos de esas noticias que definitivamente marcaron la historia contemporánea del país, y que tuve que cubrir, seguramente sin estar preparada para ello, fue el golpe de estado de abril de 2002 y el paro petrolero. Viví de cerca el regreso del presidente Hugo Chávez, escuché sus primeras palabras y sentí como el pueblo en la calle –ese que muchos medios prefirieron no transmitir- lloraba por su líder.

Y es que empecé de abajo en los canales regionales, “pateando calle” duro, ganándome a mi fuente, forjándome el carácter para sobrellevar las pautas más duras, aprendiendo a controlar los sentimientos sobre todo en los sucesos, haciendo preguntas inteligentes y tratando de destacar y no ser una más del montón. Y así, con mi micrófono y libreta en mano –nada de teléfonos inteligentes- conté cómo la tormenta Iván inundaba buena parte del estado Carabobo, cómo este Gobierno declaraba tierras ociosas a una gran cantidad de fincas y hatos icónicos como El Charcote en el estado Cojedes, asesinatos -muchos diría yo-, el lago de Valencia y su estrago por viviendas cercanas, elecciones, corrupción, hambre, indolencia, pocas cosas buenas, pero todas despertaban aún más esa pasión que se siente llevar el periodismo en las venas.

Luego vino mi gran oportunidad: ser corresponsal en un canal nacional, Televen, las grandes ligas, codearme con los mejores, demostrar lo aprendido y seguir “brillando”. De allí a ser la conductora de unos de los programas de investigación más visto en Venezuela, fue cuestión de un año, cuando en 2006 llegué a Caracas con la maleta llena de sueños para trabajar en 100% Venezuela junto con Jorge Labrador.
Podría escribir no uno, sino varios post de todo lo que viví y aprendí en ese programa y en Televen en general, pero no es la idea de esta entrada, pues como el título indica, lo que quiero contar es cómo llegué al mundo corporativo.

Si algo aprendí en esta “transición” es cuánto subestimamos –y me incluyo- los periodistas de calle, la labor de nuestros colegas que se desenvuelven dentro de las organizaciones. Pensamos que solo redactan notas de prensa y “jalan” un poco para que les cubran una u otra pauta… ¡Más equivocados, imposible! Tanto así, que cuando llegué al mundo corporativo en 2009, luego que entendiera que con estar en la pantalla de un canal nacional no iba al mercado, pues los sueldos realmente eran –y son- irrisorios; me encontré con un terreno que no conocía y en el que cometí muchísimos errores.



Error 1: “Lo único que se hace son notas de prensa”

Mi primera experiencia en la comunicación organizacional fue en una institución del Estado donde, lamentablemente, se tiene un concepto muy errado de lo que esto significa para una empresa. Entré ocupando el cargo de gerente de Relaciones Institucionales con 22 personas bajo mi cargo de las cuales solo unas cinco tenían experiencia en el área. Allí aprendí que la reputación de una organización no se construye enviando notas de prensa a los medios y que, por más de las excelentes relaciones que puedas tener con los periodistas, si no hay un trabajo mancomunado desde adentro y hacia afuera para cambiar positivamente la imagen de la organización, ni 100 notas al mes podrán hacerlo. 

Ciertamente las acciones de relaciones públicas y difusión periodística son herramientas fundamentales en la construcción de la imagen de la empresa y en su posicionamiento institucional, pero esto debe ir acompañado de una estrategia aguas adentro que nos lleva al siguiente error.

Error 2: Desestimar la comunicación interna

Cuando decidí que quería desenvolverme en las comunicaciones corporativas, tuve que despojarme de mi vestuario de “pateadora de calle” y aceptar que este terreno nuevo y lleno de posibilidades, también me apasionaba pero debía prepararme, leer, preguntar y ¿por qué no?, estudiar. Por ello realicé un posgrado en Comunicación Organizacional, que me dio luces sobre esta joven disciplina y en el que escuché por primera vez hablar de la comunicación interna.

Villafañe (1993, p. 237) señala que “la comunicación y la información en el seno de la empresa no son una moda actual, sino una respuesta, en términos de management, a la creciente complejidad de la propia empresa”. 

Y precisamente las organizaciones son complejas por estar conformadas por individuos con costumbres, creencias, gustos, ritos, valores que llevan a que sean una especie de sociedad que posee una cultura… cultura organizacional.

A través de la comunicación interna, los trabajadores o colaboradores están en sintonía con la razón de ser del negocio y trabajan en pro del cumplimiento de los objetivos comunes.

Cuando se gestiona correctamente, la comunicación interna logra:
Promover la comunicación entre los miembros.
Facilitar la integración entre las realizaciones personales y las institucionales.
Reducir los focos de conflicto interno a partir del fortalecimiento de la cohesión de los miembros.
Contribuir a la creación de espacios de información, participación y opinión.

Todo esto conlleva a que los colaboradores trabajen para colocar los cimientos y conseguir una sólida estructura empresarial, sensibilizando al personal respecto a los objetivos de rentabilidad de la empresa.



Error 3: “Cualquiera puede hacerlo”

Cuando comencé en esta área, pensaba que escribir bien y tener relaciones con los medios, eran las únicas condiciones para desarrollar una carrera dentro de la comunicación corporativa. No contaba con que la estrategia, el conocimiento de nuestros públicos o stakeholder internos y externos, el diseño de campañas, el endomarketing, desarrollo organizacional, reputación e imagen, planes de crisis, responsabilidad social, filosofía organizacional y hasta algo tan sencillo como bases de datos correctas, formaban parte de todo lo que debe saber y ejecutar un comunicador dentro de una institución.

Tironi y Cavallo (2004, p.28) aseguran que la comunicación estratégica en las empresas  tiene como objetivo convertir el vínculo de las organizaciones con su entorno, en una relación armoniosa y positiva desde el punto de sus intereses y objetivos. 

Por ello, ser comunicador organizacional requiere de una constante formación y actualización, de un alto conocimiento del negocio donde se trabaja, identificación con la misión, visión y valores, además de una excelente relación con los clientes internos y externos. El o los encargados del departamento de comunicación  deben poseer un conocimiento profundo de la empresa y de sus procesos y también de los procesos del periodismo para construir relaciones efectivas y duraderas en el tiempo. 



En conclusión, con este blog quiero compartir con ustedes mi crecimiento en el mundo corporativo, siempre de la mano del aprendizaje continuo y empapado de la pasión que me caracteriza, tratando de llevar todo lo aprendido de cuando fui “pateadora de calle”, a ese ámbito empresarial en que me queda tanto por descubrir.

Nos leemos en una próxima oportunidad.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares